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EL HOMBRE INMORAL

Reseña crítica narradaAurelio Valdrich

El hombre inmoral es una tragedia contemporánea que se presenta como confesión dramatizada, un extenso y lacerante monólogo en el que el protagonista, a la vez víctima y victimario, expone el deterioro moral, emocional y espiritual al que lo conduce una relación amorosa absorbente y ambigua. Lo notable de esta obra no está tanto en su argumento —el derrumbe de una pareja, la traición, la imposibilidad del amor, la figura del "tercero" y la infertilidad del alma moderna—, sino en la manera en que dicha materia es tratada: a través de una escritura de notable densidad lírica, cargada de símbolos, ecos trágicos y una sensibilidad afín al decadentismo romántico y al teatro de la crueldad. Formalmente, la obra se construye en una sucesión de escenas, todas centradas en el mismo personaje —el amante narrador—, que van disolviendo las barreras entre narración, teatro y poesía dramática. Las acotaciones son mínimas pero simbólicas; el espacio escénico, oscuro, cerrado y casi onírico, funciona como proyección de una psique en descomposición. No hay contrafigura activa: el interlocutor está siempre ausente o en silencio, y esa omisión potencia el tono confesional y sacrificial del texto.

En cuanto al contenido, Rodríguez logra articular una figura masculina compleja, que no busca redención ni castigo, sino exhibirse en su fracaso, invocar la dimensión trágica de su ruina, no sin una carga narcisista. La descomposición amorosa se entrelaza con una profunda crisis de sentido: la imposibilidad de engendrar, la renuncia a la paternidad, la fuga de la responsabilidad afectiva y, finalmente, la revelación final —que la mujer en cuestión es ahora la esposa del oyente— cierra el círculo con una vuelta de tuerca perversa, cargada de una amenaza larvada y profética. El lenguaje es uno de los pilares fundamentales de esta obra. La prosa —por momentos versificada— recuerda al Shakespeare más introspectivo, a Dostoievski y, en su tono más simbólico, a Thomas Bernhard o Cioran. Es deliberadamente grandilocuente, pero esa pomposidad no suena artificial: responde a una necesidad expresiva del personaje, como si el discurso fuera su única forma de expiación. Esta estilización barroca y oscura convierte el relato en un espejo trágico de lo que el amor puede desatar en un sujeto sin estructura sólida: dependencia, delirio, autodestrucción y, finalmente, nihilismo.

Como crítica, puede señalarse que su intensidad no da respiro; la ausencia de otros puntos de vista o de un contrapunto dramático sostenido puede hacer que el texto, en su extensión, se vuelva reiterativo. Pero esta misma univocidad contribuye a consolidar el tono obsesivo que emana de la obra: no estamos ante un drama “de pareja” sino ante una meditación moral y filosófica sobre la imposibilidad de amar desde la debilidad, sobre el amor como pulsión destructiva y sobre la identidad escindida del sujeto contemporáneo. En síntesis, El hombre inmoral es una obra profundamente personal y literaria, que trasciende el relato autobiográfico para erigirse en una suerte de ritual confesional en clave teatral. Rodríguez nos invita a presenciar la autopsia de un alma desde su propio abismo. Es un teatro de palabra, de interioridad, de ruina estética. Una pieza valiente, incómoda y de resonancias inquietantes.

Por Aurelio Valdrich

PRESENTACIÓN

DEL CONFLICTO

Todas las obras pertenecen a ©Mariano E. Rodríguez 
Mariano E. Rodríguez Works | mariano.rodriguez@live.com

mrodriguezwork.wixsite.com/home

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